Si has estado alguna vez en una fiesta S+ o sex-positive —en Barcelona o en cualquier otra ciudad— seguramente te hayas cruzado con las famosas pulseras de consentimiento. Tantos colores como mensajes sencillos, normalmente dos pero a veces más. Un código visual que parece simple, pero que a veces genera más dilemas de los que debería.
Hoy queremos hablar de esa pulsera roja que muchas personas evitan, temen o esconden, como si llevarla fuera una especie de confesión: “no soy tan abierta”, “no encajo del todo”, “no estoy aprovechando la experiencia”.
Nada más lejos de la realidad. Ponerte la pulsera roja no te hace menos liberal, ni menos S+, ni menos parte del ambiente.
࣪ ִֶָ☾. ➤ El malentendido detrás de la pulsera roja
Dentro de la comunidad S+, a menudo se asocia la “apertura” con el color azul y, por contraste, la pulsera roja con el cierre o la falta de deseo. Pero esa interpretación simplista ignora lo más importante: el autoconocimiento y la autoconciencia que hay detrás de elegir cómo quieres vivir cada noche.
Muchas personas sienten cierta presión al ponerse la pulsera azul —como si debieran estar siempre disponibles— o incomodidad al elegir la roja, por miedo a no parecer lo suficientemente “liberadas”. Pero en realidad, la pulsera roja no tiene nada que ver con el deseo, sino con el consentimiento. Es una manera directa y sana de decir: “hoy quiero disfrutar del espacio sin sentirme presionada”.
➤ Motivos válidos (y comunes) para elegir la pulsera roja
Hay infinitas razones legítimas para ponerse la pulsera roja, y todas son igual de válidas.
A veces es una cuestión de espacio personal, de querer tomarte un respiro emocional, de procesar experiencias recientes o simplemente de disfrutar del ambiente, de la música y de la gente sin entrar en la dinámica sexual o de coqueteo.
Otras veces, la elección del rojo tiene que ver con la forma en la que prefieres vincularte: quizás quieres ser tú quien dé el primer paso, quien inicie el acercamiento si sientes la conexión adecuada, sin que te aborden de forma directa.
También puede ser una elección compartida: muchas personas acuden en pareja o en grupo con acuerdos y dinámicas ya establecidas, y no buscan abrir su círculo esa noche. Llevan la pulsera roja no para cerrarse al entorno, sino para disfrutar del espacio seguro, bailar, socializar y sentirse parte de la comunidad sin necesidad de ir más allá.
➤ Decir “no” también es ser S+
Usar la pulsera roja no es cerrarse al placer, sino elegir cómo vivirlo. Es comunicar tus límites sin tener que justificarlos una y otra vez. Es contribuir a un entorno más seguro y cómodo para todos los cuerpos. Y, sobre todo, es una forma de libertad: la de poder decidir sin miedo a ser juzgada.
No hay reglas fijas en una fiesta sex-positive. Puedes entrar con la pulsera roja y cambiar de opinión si asi lo sientes. Lo importante es mantenerte en sintonía contigo misma, escuchar tu cuerpo y tus emociones, y actuar desde el respeto.
➤ Normalizar la pulsera roja
Si queremos espacios realmente sex-positive, tenemos que normalizar todas las elecciones, también las que implican decir “no”.
Hablar con tus amigxs o con el staff sobre cómo te sientes, respetar las decisiones de los demás sin presiones ni juicios, y entender que cada color refleja un estado emocional, no una identidad sexual, es esencial para seguir construyendo comunidades S+ maduras, respetuosas y seguras.
➤ La pulsera roja como símbolo de autoconocimiento
Lejos de ser una barrera, la pulsera roja puede verse como un recordatorio de algo fundamental: el consentimiento empieza por una misma. Reconocer tus límites, comunicar lo que necesitas y permitirte decir “no” sin culpa es una de las formas más auténticas de libertad que existen en la cultura sex-positive.
Y eso es un acto precioso de autoconocimiento y respeto propio. Antes de cruzar la puerta de una fiesta S+, es un gesto de consciencia preguntarte cómo te sientes, qué necesitas y qué te hace bien esa noche.
Así que la próxima vez que mires tu muñeca y veas el rojo, no lo veas como un freno, sino como una declaración de poder y autocuidado.




